Es un animal carroñero, aunque también puede comportarse como un depredador. En este segundo caso, su modus operandi difiere del de otros depredadores. Su comportamiento se asemeja al de los denominados “sit-and-wait”, aunque no mata a su presa en el momento en que la muerde. Al morderla la hiere sin llegar a incapacitarla y por esa razón la presa huye tras ser mordida. Huye, sí, pero acaba muriendo poco tiempo después. El dragón de Komodo sigue el rastro de la presa y prácticamente siempre acaba encontrando el cadaver.
Varanus komodoensis es protagonista asiduo en los documentales sobre naturaleza y en ellos suele explicarse que posee unos dientes afilados, muy afilados, pero que sus mandíbulas no son capaces de desarrollar demasiada fuerza. Varanus komodoensisPor eso huyen las presas al principio, porque las mandíbulas carecen de la fuerza necesaria para inmovilizarlas. En los documentales (pero no en el que aparece en esta entrada) se señala que el dragón, al morder, inocula enzimas que impiden la coagulación de la sangre a la vez que infecta los tejidos de la presa con bacterias tóxicas. Dado que el efecto tóxico de las bacterias no es inmediato, el dragón ha de esperar a que la infección se extienda y resulte letal. De esta forma han narrado hasta ahora los documentales la estrategia de caza del dragón de Komodo y a ella atribuían su éxito como depredador.